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Por qué a todo el mundo le gusta odiar a otras generaciones

Los de la Generación Z son unos blandos, los millennials dan vergüenza, los boomers son malvados y hace años que nadie piensa en la Generación X. Aunque no podamos recordar con exactitud qué edades definen a estas generaciones, la gente se ha quedado con estos estereotipos. Estas diferencias supuestamente profundas se utilizan para explicar los cambios de actitud ante determinados colores, la popularidad de la comida picante e incluso el inicio de la adultez. Pero, aunque las diferencias generacionales están muy presentes en el imaginario colectivo, ¿hasta qué punto son reales?

El Pew Research Center lleva décadas realizando encuestas e investigaciones sobre lo que piensa, siente y hace cada generación. Las fechas que utilizan para limitar las generaciones se convirtieron en la norma. Pero a finales de esta primavera, Pew anunció que dejaría de utilizar etiquetas generacionales como millennial y Generación Z en sus investigaciones. Con ello, finalizó una tradición que en los últimos años se convertió en fuente de frustración (y debate) en los círculos de las ciencias sociales.

El problema es que lo que llamamos generación abarca un periodo demasiado amplio para ofrecer una perspectiva útil, según Kim Parker, directora de investigación de tendencias sociales del centro. Las generaciones abarcan de 15 a 18 años, lo que dificulta atribuir un determinado comportamiento que se aplique de forma realista a todo el grupo. Por ejemplo, es probable que alguien de 27 años no experimente los cambios sociales y tecnológicos igual que una persona de 39, aunque ambas sean millennials. Es difícil generalizar sobre una generación cuyos miembros mayores ya trabajaban cuando llegó la recesión de 2008, pero cuyos miembros más jóvenes acababan de salir de la primaria.

Para tener en cuenta esta diversidad dentro de las generaciones, Pew replanteará la investigación generacional con mayor atención a la edad. «Se podría clasificar a un grupo que cumpliese la mayoría de edad política cuando Obama era presidente, otro de adultos jóvenes que estaban en la universidad durante la pandemia, u otro por década de nacimiento», indicó un portavoz de Pew.

«La cuestión no es si los adultos jóvenes de hoy son diferentes a los adultos de mediana edad o mayores. La cuestión es si los adultos jóvenes de hoy son diferentes de los adultos jóvenes en algún momento específico del pasado», señala Parker.

El anuncio de Pew plantea interrogantes sobre la validez de la corriente de contenido generacional que se nos ha servido. ¿La Generación Z está realmente cohesionada? ¿Tiene sentido comparar a los millennials con los boomers? En el fondo, la decisión de Pew deja claro que las generaciones (y las distinciones entre ellas) son inventadas.

Pero si las generaciones son falsas, ¿por qué nos importan tanto?

Falsas generaciones

Probablemente conozcas el descontento de cada generación. Los millennials (nacidos entre 1981 y 1996, según Pew) son perezosos y están obsesionados consigo mismos. Los baby boomers (de 1946 a 1964) tienen derechos, son egoístas y, básicamente, la raíz de todos los males de la sociedad.  La Generación Z (1997-2012) está obsesionada con la tecnología y es psicológicamente frágil. Y a la Generación X (1965-1980), ¿a quién le importa? Aburren.

La idea de las generaciones nació hace aproximadamente un siglo. El sociólogo Karl Mannheim desarrolló el concepto de «unidades generacionales» discretas en su ensayo de 1928 El problema de las generaciones. Según Mannheim, cuando un grupo de personas experimenta un acontecimiento histórico en edad formativa, desarrolla una conciencia distinta que se vuelve parte de la identidad compartida.

En un ensayo de 2021, Louis Menand relacionó esta idea con el aumento de alumnos en las secundarias de Estados Unidos durante el periodo de entreguerras; en 1910, solo 14% de los estadounidenses de entre 14 y 17 años iban a la escuela, pero en 1940 la cifra subió a 73%. Menand argumentó que el boom de la enseñanza secundaria dio lugar al «adolescente», toda una nueva categoría social y demográfica de marketing.

Dado que las circunstancias históricas no son las mismas en todos los países, la clasificación de las generaciones es distinta en España. En un artículo publicado por La Vanguardia, con datos extraídos del INE, se habla de la Generación Silenciosa (1930 – 1948); del baby boom (1949-1968); la Generación X (1969-1980); los millenials (1981-1993); y la Generación Z (1994-2010).

Los años aquí varían ligeramente y también los rasgos característicos de cada generación —austeridad, ambición, obsesión por el éxito, frustración e irreverencia respectivamente—. La Generación Silenciosa habría estado marcada por la guerra; el baby boom, por la explosión demográfica; los X, por la transición y crisis del 73; los millenials, por el inicio de la digitalización, y la Generación Z, por la expansión de internet.

Aunque la idea de las generaciones se filtró durante décadas, la obsesión actual tiene su origen en el libro de 1992 Generaciones, de William Strauss y Neil Howe. En un artículo reciente, los sociólogos Andrew M. Lindner, Sophia Stelboum y Azizul Hakim, del Skidmore College, afirman que los autores se basaron en «un largo linaje de pensamiento generacional histórico romántico casi científico» que contribuy a popularizar la terminología generacional actual. El libro incluso inventó el término millennial.

«Desde la publicación del influyente libro de Strauss y Howe, las etiquetas generacionales de baby boomer, Generación X, millennials y Generación Z han aparecido en libros, titulares de periódicos y redes sociales. Cada una de estas se asocia a supuestos rasgos psicológicos, patrones de conducta y compromisos políticos típicos de cada generación respectiva», comentan los sociólogos.

Las especulaciones de la consultoría McKinsey sobre el futuro del trabajo se centran no solo en los avances tecnológicos, sino en una brecha generacional en el lugar de trabajo entre la Generación Z y los demás. ¿Disminución de la natalidad? Generacional. ¿Activismo climático? También generacional. Y así con todo.

Los científicos sociales llevan mucho tiempo mostrándose reacios a la idea de utilizar las generaciones para entender los cambios culturales; su uso excesivo plantea numerosos problemas. No se puede extraer mucho de una persona a partir de una ventana de casi 2 décadas trazada al azar que abarca su año de nacimiento. Los debates generacionales también tienden a ignorar variables críticas como la raza, la educación y el género; Pew señala que los estereotipos generacionales tienen un sesgo enorme. Y a menudo amplifican los puntos de diferencia percibidos en lugar de reflejar las similitudes entre los grupos. En un momento u otro, los boomers, la Generación X, los millennials y la Generación Z han sido tachados de sociópatas egocéntricos de su generación.

Una buena parte de la fascinación generacional se debe al interés de la gente por lo que hacen los niños. Pero incluso así, las encuestas sobre las actitudes de la Generación Z suelen omitir un contexto crucial. «El problema es que los adultos jóvenes cambiarán a medida que crezcan. Así que no podemos evaluar realmente cómo sus actitudes y comportamientos son únicos sin el beneficio de los datos históricos», señala Parker.

Por ejemplo, para ver si las actitudes de los jóvenes hacia el trabajo son diferentes de las de los trabajadores de más edad, los investigadores necesitarían datos sobre las opiniones de los jóvenes a lo largo del tiempo. Desgraciadamente, no se dispone de ese tipo de datos históricos. Sin ellos, lo que se compara es el pensamiento de los jóvenes de 20 años con el de personas de 50 años sobre el trabajo.

Estas generaciones de hoy

Artificiales o no, las tensiones generacionales se han impuesto en el trabajo de publicistas, escritores y consultores. Los reportajes sobre generaciones tienden a llenar los vacíos de información con generalizaciones que convierten a los distintos grupos en eslóganes. Pero Philip N. Cohen, sociólogo de la Universidad de Maryland, sugiere que este reflejo no puede atribuirse solo al cinismo o la malicia. También procede de un deseo humano real y compasivo de conectar con los demás. El diálogo generacional, afirma, puede ayudar a las personas a sentir el gusanillo de la comprensión, especialmente en periodos de rápidos cambios sociales y tecnológicos.

«Los estereotipos son muy poderosos, tanto si los amas como si los odias. Cuando haces clic en un artículo sobre conceptos generacionales, puede que sea porque te irrita o te hace gracia el estereotipo que se presenta en el titular, pero también porque intentas entender cómo está cambiando la cultura. Y creo que ahí hay un gran impulso», señala Cohen.

‘La realidad es que la gente de hoy en día es diferente, y los niños son niños’

No obstante, Cohen ha sido uno de los críticos más elocuentes del etiquetado generacional en la investigación social y del papel de Pew en la perpetuación de uno de los mayores mitos de la ciencia social. En 2021 publicó una carta abierta en la que pedía que se «ayudara a poner fin al uso de etiquetas y nombres arbitrarios y engañosos». Más de 200 científicos sociales firmaron.

La difusión de la carta de Cohen coincidió con la publicación de The Generation Myth, de Bobby Duffy, director del Policy Institute del King’s College de Londres. El libro sostiene que el pensamiento generacional enturbia factores que realmente determinan las opiniones y el comportamiento de las personas a lo largo del tiempo. Duffy los agrupa en 3 categorías: efectos de época (acontecimientos que definen una época y afectan a todo el mundo, como la pandemia de covid-19); acontecimientos del ciclo vital (los hitos típicos de la vida de una persona normal en una sociedad determinada, como casarse o tener hijos); y, efectos de cohorte (las experiencias coincidentes de personas del mismo grupo de edad). El problema del pensamiento generacional, según Duffy, es que se centra en los efectos de cohorte a expensas de otros mecanismos clave del cambio social.

Cohen comparte la opinión de Duffy de que las etiquetas generacionales dificultan la distinción entre rasgos generacionales y sucesos universales a expertos y profanos. «Si se produce un acontecimiento que cambia las cosas para todo el mundo, como una guerra, una recesión o una pandemia, no hablamos de algo generacional y los cambios que se producen a continuación no son ejemplos de cambio generacional. Pero como estamos obsesionados con las etiquetas generacionales, podemos suponer que lo son. Podríamos decir: ‘Los niños de hoy en día son diferentes’, cuando en realidad es que la gente de hoy en día es diferente, y los niños son niños», afirma.

Duffy, Cohen y los que firmaron su carta creen que la muletilla de las etiquetas generacionales simplifican en exceso la complejidad de la diversidad demográfica. Al crear grupos rígidos para la investigación, las etiquetas ahogan el potencial de los avances científicos. También pueden distorsionar los datos y generar conclusiones que no reflejan el panorama completo.

Hay que reconocer que Pew ha sido transparente a la hora de reconocer que el uso de etiquetas generacionales puede haber sesgado sus análisis. En una de las últimas entradas del blog del centro, los investigadores revisaron un informe de 2017 en el que se afirm que los millennials tenían menos probabilidades que las generaciones anteriores de adultos jóvenes de cambiar de residencia en el plazo de un año. Al someter el conjunto de datos a un nuevo modelo estadístico que disociaba la generación de la edad y el periodo, los investigadores llegaron a una nueva conclusión. «Las diferencias aparentes entre las generaciones se explican mejor por otros factores del modelo, no por la generación».

Entender las distintas generaciones

¿Cómo es posible que categorías tan arbitrarias y a menudo acientíficas estén tan presentes en nuestras vidas? La respuesta es sencilla: a pesar de sus valoraciones de vaso medio vacío, las etiquetas generacionales parecen resonar en la gente. Lindner, Stelboum y Hakim afirman en su artículo que, tras décadas de exposición a etiquetas generacionales «muy comercializadas», los estadounidenses se identificaban con las categorías en las que habían sido encasillados. Esto se aplicaba especialmente a las personas nacidas en el centro de sus cohortes generacionales; un millennial nacido entre 1986 y 1990 (en EU) se sentiría más millennial que sus compañeros nacidos en los 5 años anteriores o posteriores a esa orquilla.

En algunos casos, las etiquetas generacionales pueden ofrecer algo útil.

Pew sí cree que la investigación generacional puede ser una herramienta útil en el contexto adecuado, según Parker. «Ayuda a captar el cambio social de un modo que el público pueda entender e identificarse con él. Fuera de las definiciones habituales de generación, la gente puede entender a un nivel básico qué es el cambio generacional: mi generación es diferente de la de mis padres y abuelos. Y mis hijos adultos viven el mundo de una forma distinta a la mía», señala.

Parker y sus compañeros señalan, que los jóvenes adultos siempre han enfrentado circunstancias sociales diferentes de las que vivieron sus padres a la misma edad. El presidente de Pew, Michael Dimock, dijo que siempre ha sido habitual que los mayores «expresen cierto grado de preocupación o alarma» ante las desviaciones de comportamiento de los más jóvenes respecto a las normas establecidas. Hay una razón por la que el dicho de «los niños de hoy en día» es, bueno, un dicho.

Independiente de las etiquetas generacionales que traiga el futuro, parecemos destinados a que los mayores en el año 2123 se fijen en lo que hacen mal los más jóvenes, mientras que los jóvenes se lamentarán de los errores de sus mayores. Cuanto más cambian las cosas, más permanecen igual.

AHORA LEE: Los jefes dicen que los trabajadores Gen Z son vagos. No hacen nada a menos que se gestione cada segundo de su día

TAMBIÉN LEE: “Cómo sobrevivir soltero”: la serie mexicana que retrata la experiencia de los millenials con comedia negra

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