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Viajar a Cuba: crónica de un destino turístico arrasado por la inflación

Hace meses que las agencias de viaje retiraron los paquetes promocionales de sus escaparates. En su lugar, lucen alternativas como Punta Cana o Cancún (el mismo sol bañándose en aguas del Caribe a precios competitivos, ya se sabe). Al entrar a preguntar, la respuesta es unánime: en 2023, nadie recomienda viajar a Cuba. 

Después de recorrer la isla durante 15 días en agosto, he visto los resultados: Cuba está desapareciendo del mapa turístico. 

La isla arrastra un golpe detrás de otro desde hace ya 3 años. La pandemia, el bloqueo de Estados Unidos (EU) y la crisis de precios y suministros han arrasado con los turistas. El año pasado recibió 1,6 millones de viajeros, a años luz de los 4,2 millones que recibió en 2019, antes del covied-19. 

No es un tema menor: la segunda mayor fuente de divisas en Cuba es el turismo (la primera es el dinero que envían los propios cubanos desde el exterior). La falta de turistas, en un país sin industria ni apenas producción, se traduce en un empobrecimiento todavía mayor.

Puede que el calor influyera (viajar a Cuba en verano es de ser un poco kamikaze: la sensación térmica es verdaderamente sofocante) pero hace solo unas semanas no había un alma en La Habana. 

La llegada desde el aeropuerto era desoladora: calles desiertas, restaurantes vacíos y taxistas que, apostados en los vehículos a la espera de alguna carrera, preguntan con insistencia a cada extranjero que pasa. 

Apenas hay tráfico en el Malecón de La Habana, una de las arterias principales de la capital.
Apenas hay tráfico en el Malecón de La Habana, una de las arterias principales de la capital.Inma Benedito

Si las avenidas están limpias de coches es por la crisis de combustible. El racionamiento reina en todas las gasolineras del país (las que no han cerrado por estar vacías). En La Habana, por ejemplo, es posible echar hasta 20 litros de gasolina diarios por coche (antes había que apuntarse en una lista de llamada). Pero es una excepción: en el resto del país, el límite es todavía mayor.

La vida apenas llega a las calles por la noche, cuando el calor da algo de tregua, en zonas como el Paseo del Prado, muy concurrida entre gente local, y bares turísticos, como el Floridita, que se llenan con los (pocos) turistas que hay, en busca de aire acondicionado.

Pero, por mucho que no sea temporada alta, la falta de viajeros no es cosa del calor. Al fin y al cabo, como dicen los propios cubanos, en Cuba hay dos estaciones: verano, y más verano. En lo que va de año, la isla ha recibido poco más de un millón de turistas, según datos del Ministerio de Turismo, por lo que sigue lejos de recuperarse.

«En el último mes y medio no he tenido un solo cliente», cuenta un profesor de baile de La Habana. 

En su escuela imparte salsa, bachata, son o rumba, entre otros estilos, básicamente a extranjeros de viaje, por unos 15 euros la hora. Antes, como profesor de matemáticas, apenas ganaba unos 40 euros al mes. Es el sueldo habitual de profesiones como maestros o médicos, por eso la mayoría de cubanos busca otros negocios para subsistir.

El problema es cuando esos negocios dependen de turistas que no llegan.

«Después de la pandemia y de que nos incluyeran en la lista de EU la gente ya no viene a Cuba como antes. Allá afuera venden una situación horrible», explica un taxista, de camino al Valle de Viñales, al oeste de la isla, conocido por sus plantaciones de habanos.

La falta de turistas ha llevado a gigantes hoteleros como Meliá a rebajar sus tarifas. La cadena española, con licencia para operar en Cuba, bajó un 28% los precios para atraer a más clientes, pero ni con esas: no han logrado llenar ni la mitad de sus hoteles, con una ocupación del 40% en la primera mitad del año, y eso que era temporada alta.

Como resultado, Cuba se ha convertido en el único de sus grandes mercados donde caen los beneficios de Meliá. En su hotel de Cayo Santamaría, por ejemplo, la cadena tiene cerrada la mitad del complejo hotelero por falta de ocupación.

Restaurante en el Valle de los Ingenios, Cuba.
Restaurante en el Valle de los Ingenios, Cuba.Inma Benedito

El declive comenzó en 2020, cuando la pandemia dejó al país sin turistas. Al año siguiente, Cuba recibió poco más de 355,000 viajeros y EU lo incluyó en su lista de patrocinadores del terrorismo (segundo golpe). El tiro de gracia vino con la inflación, que ha provocado una auténtica crisis en una isla que ya de por sí adolecía de desabastecimiento.

Igual que en otros países afectados por la inflación, los precios de los productos básicos llevan meses disparándose. La diferencia es que en Cuba la cosa se agrava todavía más por una moneda que no para de devaluarse: si a finales de 2022 hacían falta 24 pesos cubanos para comprar un euro, en marzo pasaron a ser 180 pesos, y ahora necesitas 245 pesos para comprar un euro. 

La postal es descorazonadora: largas colas a las puertas de los escasos comercios para obtener productos básicos y al caer del banco para sacar dinero (también limitado), farmacias sin nada más que ofrecer que bicarbonato y mascarillas, cortes de agua y de luz, gasolineras cerradas y sin coches y calles sin tráfico porque hay poca gasolina.

Lo peor es que en muchas tiendas (como supermercados), no aceptan el propio peso cubano. En su lugar, los ciudadanos tienen que pagar en euros o dólares (o divisas similares) con unas tarjetas que llaman MLC (de Moneda Libremente Convertible), que son a las que sus familiares envían las remesas. Vaya, que necesitan otras monedas que les salven del peso como sea.

La versión ‘light’ del turista

Una gasolinera cerrada, de camino a Trinidad.
Una gasolinera cerrada, de camino a Trinidad.Inma Benedito

Pero lo cierto es que el turista vive una versión light de esa realidad, que apenas se plasma en alimentación o electricidad, y algo más en medicamentos o gasolina.

En los circuitos turísticos no existen esos niveles de desabastecimiento, aunque en algunos restaurantes pueden faltar varios platos, y conviene informarse bien de los lugares donde se come, ya que la escasez puede llevar a consumir alimentos poco frescos, por decirlo suave. 

Los turistas también pueden sufrir cortes de suministro, pero en menor medida. Los hoteles y algunos restaurantes disponen de grupos electrógenos, por lo que no suele haber problemas. Nosotros estábamos alojados en casa de huéspedes, así que tuvimos un par de cortes: en Trinidad, un pueblo turístico en el centro de la isla, y en Playa larga, al oeste, que salvamos con linternas y cena a la luz de las velas. 

Tampoco para los viajeros hay medicamentos, y el propio Ministerio de Exteriores recomienda a los turistas llevar un botiquín, ya que «pueden escasear o no encontrarse determinados medicamentos y faltar instrumental en los hospitales».

Por último, la gasolina. Aunque las agencias de alquiler de coches aseguran que no hay problemas de abastecimiento en gasolineras, la realidad es agridulce: La Habana es de los pocos destinos donde puedes recargar 20 litros (como mucho). En el resto del país hay que ir a gasolineras de turistas (debido a la crisis las han segmentado) donde, si tienes suerte, echas 10 litros al día.

«Tenemos 500 litros al día que repartimos a los 50 primeros coches de turistas que llegan», explica el trabajador de una gasolinera a la salida de Cayo Coco, en el litoral norte de la isla. Los directores de los hoteles, sin embargo, parece que tienen 60 litros diarios, según comenta otro empleado.

La solución para el turista sigue siendo mejor que la alternativa que le queda a los propios cubanos: ir a pie. Las carreteras, vacías de coches, están salpicadas de personas haciendo botella (autostop) o esperando al autobús en medio de la nada, bajo la sombra de un paraguas, y la mayoría de poblaciones que atravesamos han sido colonizadas por bicicletas, carros tirados por caballos y otros vehículos sin motorizar.

Como explica Paco Nadal en su blog de viajes de El País, viajar a Cuba puede plantear un conflicto ético. No es un conflicto diferente al de muchos otros destinos turísticos que sí se anuncian en las agencias de viaje. Pero en el caso de Cuba, la realidad es que, mientras no haya un modelo productivo que funcione, el país será más pobre sin turismo.

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